
Luis Enrique Rodríguez Arias (izquierda) y el pintor Jesús Díaz Ferrer
Jesús Díaz Ferrer nació en O Barco de Valdeorras (Ourense) en 1922. Marcha a Madrid justo al final de la guerra con la firme intención de dedicarse al arte, a los que se dedicó durante 77 años de prolífica y fecunda actividad creadora. Hasta el año 53 en Madrid, hasta 1982 en París, Gotemburgo (Suecia), Zúrich (Suiza) o en la campiña francesa, y en Teruel desde entonces, sin descanso. A lo largo de todo este tiempon no perdió contacto con su tierra y afectos. Sus visitas a Galicia y a su Valdeorras natal fueron muy fecundas en cuanto a la captación de su paisaje y sus gentes. La extensa carrera de Jesús Díaz, movido por la constante asimilación y experimentación en nuevos campos, da lugar a un artista tan rico y complejo como personal. Y no hablamos sólo de la multiplicidad de técnicas y materiales que utilizó y dominó (pintura, escultura, relieve, collage, ready made, grabado, orfebrería, cerámica etc.) sino también de la enorme variedad de temas que abordó y los diferentes enfoques y estilos con los que afrontó estos temas a lo largo de los años. Cultivó el paisaje, el retrato, el bodegón, el desnudo, las temáticas religiosas, los cuadros de contenido social y satírico, las composiciones abstractas, el costumbrismo… Además de tener un acceso directo al mundo surreal que le permitía multiplicar hasta el infinito su ya inmenso ideario iconográfico.
Las miserias del Madrid de la posguerra, las “peixeiras” de Cangas, los tipos populares de los barrios de la capital francesa, los activos y coloridos mercados parisinos, las revueltas de mayo del 68, las corridas de vaquillas de Teruel, cualquier modesto pescado o trozo de carne que aterrizaba en su mesa… “Jesús, ¿qué no pinto usted?” le preguntaba Rodríguez Arias poco antes de morir. Él sonrió y contestó “creo que pinté todo”. Y sólo con una somera aproximación a su obra se comprueba que no es una exageración.